Doña Inés del alma mía.
Luz de donde el sol la toma,
hermosísima paloma
privada de libertad,
si os dignáis por estas letras
pasar vuestros lindos ojos,
no los toméis con enojos
sin concluir, acabad.
Inés, alma de mi alma,
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido
tener osastes en el vuelo,
el diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar.
Adiós, ¡oh luz de mis ojos!
Adiós, Inés de mi alma;
medita, por Dios, en calma
las palabras que aquí van:
y si odias esa clausura,
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve
por tu hermosura don Juan.
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