Fin de otra etapa

De repente sonó el portero automático en medio del silencio que siempre abunda en su casa. Dejó el tarro donde, una vez molido, guarda el café con trazas intensas de canela y contesta con el mal tono de voz que siempre pone al imaginar que tiene que bajar para mover el coche.

-Hola- sonó la voz de ella seria.
-Pensé que jamás volverías a llamar a mi casa.
-Déjame subir, tengo una cosa que decirte.

Pulsó el mecanismo para que la puerta funcionara y la dejara pasar, corrió al baño para ponerse algo decente y cuando sonó el timbre de la puerta, como una exhalación se prestó a dar el par de vueltas con el que siempre cierra la puerta y la dejó pasar.

-Tan sólo venía a traerte tus cosas.
-Muchas gracias no hacía falta que te molestaras, podrías haberlas dejado en algún sitio e irlas a buscar yo.
-Eso sería realmente reprocharte tu rechazo, y en parte es provocado por mi insistencia.
-Lo siento.
-Lo sé. Es difícil convivir con alguien al que siempre comparas con otra y ver que no te hace vibrar, ni sentir, ni hablar, ni respirar como lo hizo ella y aún, después de tanto tiempo la sigas amando- respiró hondo como para coger carrerilla-. Es una mujer con mucha suerte, que jamás entenderé como dejó pasar tu oportunidad.
-No la juzgues.
-No la juzgo, la envidio.

Dos lágrimas surgen de los ojos de él.

-No llores, esto debería haber acabado mucho antes.
-Lo siento.

Se dieron dos besos y se fundieron en un gran abrazo y se prometieron volverse a ver dentro de otros 19 años después.