Vida, paz, olvido

El recuerdo era el suspenso amanecer de su vida. Recordaba que no era sólo respirar lo que le hacía vivir, sino también la espera de ese pequeño suspiro de paz que necesitaba, el cual siempre anheló pero nunca llegó.

Recordaba que lo recuerdos eran más que capítulos amargos de esa vida sin vida que mantenía oculta, para que así nadie supiese que moriría poco a poco en él.

Vida, la cual muchos quisieran tener, pero que se lamentarían si la tuviesen de la forma en que él la tenía.

Vida, que desgarró todo lo que quedaba latiendo aún; vida que mantenía a pocas penas, en espera de esa paz maldita.

Paz, que se convierte en fantasía, al saber que en esa vida tan vacía pero tan llena de miseria, no entraba ni siquiera el más insignificante recuerdo de que existiese.

Paz, que se convierte en sólo un estado del subconsciente de la persona miserable que le persigue.

Paz, que ni aun muerto llegó, ni siquiera así se aproximó para burlarse o lamentarse de su situación.

Paz, que ni aun muerto llegó y él no entiende los recuerdos de una vida sin ella; de una vida que dejó de ser vida para convertirse en un tormento; tormento que dejó de ser tormento para convertirse en un tormentoso olvido.

Ese olvido que dejó de ser olvido, cuando recordó que existía algo que se llamaba paz y que ella venía acompañada de alegría, felicidad, fe y amor.

Olvido que dejó de ser olvido, cuando recordó que personas se alejaron de su vida por el simple hecho de no entender que él necesitaba amor.

Personas que la dejaron al acecho de esa vida tan fría, que acumuló como puntos de un gran premio que después se convirtieron en pesadilla.

Ahora está allí sentado en su lápida; esa lápida llena de suciedad de palomas que son las únicas que se acuerdan de acercase; allí está sentado, donde se hallan sus restos o lo pocos que le quedan.

Allí está sentado, viendo las hojas secas y el Q.D.P. en su lápida mientras recuerda que no puede haber un te-quiero porque nunca existió en su vida.

Allí está sentado en su estado de fantasma y se ha dado de cuenta que aún espera; que aún está esperando que aparezca lo que en vida tanto buscó, lo que consumió pausada pero paulatinamente su vida, aquello que en vida se murió.

Ahí está sentado esperando que llegue, que se compadezca de su dolor, que escuche lo que a gritos dice. Gritos que enmudecen la irónica verdad que muchos viven.

Ahí está gritando con las últimas fuerzas que le quedan, porque la vida se las llevó todas.

Ahí está, porque él es solo el recuerdo de un fantasma, que pide paz para poder descansar.