Cada uno de nosotros tenemos una línea roja imaginaria en el suelo que separa los lugares accesibles y los que no podemos cruzar sin autorización.
Las líneas se trazan por algún motivo; para salvaguardar, para garantizar, para prohibir. Si decides cruzar la línea lo haces por tu cuenta y riesgo. Entonces, ¿por qué cuánto más ancha es la línea, más nos apetece cruzarla?
No podemos evitarlo, vemos una línea y nos apetece cruzarla, quizás, por la emoción que nos produce pasar de lo familiar a lo desconocido, una especie de reto personal.
El problema es que en cuanto cruzas es casi imposible volver atrás. Pero si consigues quedarte al otro lado, te sentirás más seguro.
¡Qué palabras, Delars! Jolín, me ha encantado tu comentario, en serio... Espero seguir mucho tiempo por aquí para seguirlo compartiendo con todo la gente como tú, que merece la pena y mucho.
ResponderEliminar(Y tranqui, la música es de todos :P)
Una vez alguien me preguntó una vez cómo se puede tener aprecio o cariño hacia una persona que no conoces físicamente. No supe que contestarle, le dije, que simplemente pasaba.
ResponderEliminarTu y yo sin conocernos en persona, sentimos, al menos, aprecio el uno por el otro.
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Para todo, decir, que este comentario de Mariposa es en respuesta a uno mío que le he dejado en su blog.
En cuanto me acuerde como se enlaza el blog de LaMariposa aquí, lo pongo, para que todos lo podáis leer.