Son casi las 4 de la mañana del miércoles santo (ya es jueves) cuando me dispongo a escribir esta entrada desde mi camita sin apenas sueño. Aunque el cansancio es grande puede más el por qué del mismo.
Llegué al Viernes de Dolores malito con gripe de alergía o atacón de alergía convertida en gripe, que a penas me peritió disfrutar de la semana previa a la Semana Santa, e incluso del Domingo de Señas.
El que la Hermandad de la Buena Muerte (lunes santo), una de las 3 hermandades de las que soy hermano, se tuviera que quedar en casa me afectó mucho anímicamente. Pero los preparativos para el martes me ocuparon la mente.
El martes se presentó lluvioso, con un acto penitencial previo con muchísima gente, pero con el miedo en el cuerpo por no salir, que se fue perdiendo a medida que pasaba la tarde porque las predicciones iban siendo favorables.
Todo muy bien, con Anicú de mi mano todo el recorrido (y los niños dusfrutando como cochinos en un barrizal). Y lo mejor solicitar la venia con ella, de mi mano, orgulloso de sobrina guapa (joder, se me saltan las lágrimas).
Todo muy bien, los pasos andando de lujo, las imágenes finísimas vestidas por José Ramón Paleteiro, el estreno del paso de misterio impresionando a quien lo veía (comentarios buenos recibí unos cuantos), y las bandas espectaculares.
Hasta que la lluvia nos sorprendió a la altura del convento de las Hermanas de la Cruz ya de vuelta, y el palio antes de girar para hacer la Esquina de la Peña. Nosotros para San Francisco a minimizar los daños en las imágenes, y ella, la reina de los mares, a las Angustias. Afortunadamente, a las 3 de la mañana ya estaba en casa en un espectacular trabajo de los costaleros.
A las 8 de la mañana me acosté tras haber desvestido a la Virgen del Buen Fin, Magdalena y San Juan, para evitar que las ropas y demás "aderezos" húmedos las estropearan. Impresiona bastante verlos a todos tal y como salió del taller de los artistas, junto con San Longinos, esperando a ser vestidos hasta que no pasen unos días para asegurarnos que se visten sin restos de humedad.
Afortunadamente el Cristo de las Aguas tampoco ha sufrido con la exposición directa y completa de la imagen a la lluvia. Esperanza, afortunadamente no se mojó.
El costalero lesionado, está en casa.
Hoy miércoles ha sido raro, porque llevo muchos años yendo Sevilla en este día, pero las obligaciones en la Hermandad mandan y mis "otros niños", los que van en el misterio, necesitan mimitos.
Esta noche tampoco ha podido ser. Segunda hermandad que se queda en casa, al menos no se han mojado, porque a eso de las 12.30 caían chuzos de punta.
Así que tengo el cuerpo raro: sabor amargo por el martes y el desencuentro con la de los ojos azules, reina de Nervión y con la otra reina de la noche, la del Baratillo.
Felices sueños.
Delars - Enviado desde mi iPhone
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