Esta mañana he llevado a José Ángel y a Anicú a, primero a la guarde, y después al cole. La cosa no es nada de extrañar, pues no es la primera vez que lo hago. Salvo por una cosa, si era la primera vez que llevaba a Anicú al colegio.
Primero dejamos a José Ángel en la guarde, a la que va tan feliz y nada más entrar se olvida de quien lo ha dejado allí y empieza a interactuar con las monitoras y a jugar con los juguetes y resto de niños, pocos pues era muy temprano, que había en la clase. Todo normal, vamos.
Después, a unos cien metros más allá, está el cole donde Anicú empezó en septiembre, el Colegio Padre Jesús.
Y aquí viene lo curioso. Hacía mil años que no entraba en el Colegio (ya, que soy muy exagerado y no fue hace mil años, sino 21, vamos, desde que acabé de estudiar allí) y los recuerdos del pasado se me vinieron a la mente como cual catarata de ideas.
Parece mentira como los recuerdos del colegio que creía olvidados, con eso tan insignificante que sucedió (volver a entrar y ver que Anicú está en la misma aula en la que estuve yo en preescolar) y las consecuencias de que hoy esté nostálgico y otras malas hierbas que no quiero contar (y eso que este tiempo con AI estuvimos rememorando algunas cosas, pero principalmente de los últimos años).
Lo dejo aquí, pues podría describir y escribir todo lo que se me está viniendo a la mente, rollo nostalgia y melancolía, hasta bohemia llamarán algunos y cómo la visita al cole y la distancia me hacen extrañar a quien yo pensaba que jamás extrañaría.
Lo bueno de todo que esta morriña se acabará en unos minutos cuando el café haga efecto y empiece con la cotidaniedad antes de las minis vacaciones de estos próximos días.
Gracias por aguantarme, queridos.
Foto: Huelvaya.es
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