Olvidarte me cuesta tanto,
Olvidar quince mil encantos
Es mucha sensatez.
Y no sé si seré sensato,
Lo que sé es que cuesta un rato
Hacer cosas sin querer.
Escribo esta entrada en el blog desde la tranquilidad que da dormir en un hotel, a orillas de la playa, en un mar calmo como el Mediterráneo, lejos de mi vida habitual (y a sabiendas que no vas a hacerte 500 kilómetros en una de tus locuras).
En el último mes han pasado muchas cosas. Demasiadas. Algunas las podéis haber intuido por lo escrito aquí. Otras, imposible imaginarlas.
Hace tres años, decidí no volver a recaer. Pero hace un año, volví a cogerte el teléfono. Volvimos a quedar. Volvimos a besarnos. Hace un mes volvimos a amarnos.
Este último mes me he dado cuenta que lo que siento por ti es verdadero, real, intenso, inmenso, pasional. Pero también he vuelto a verme hundido en la miseria de las noches esperando a que me escribas.
Este último mes me he dado cuenta o, con eso quiero engañarme, que sólo me utilizas. Que me digas que me amas, me digas que conmigo se está a gusto, que me digas que lo dejarías todo pero que no lo vas a dejar. Hace un mes creí que, a ese hijo que no es mío, podía llegar a quererlo como si lo fuera.
Pero decidiste no seguir respondiendo a mis whatsapps. Callaste. Enmudeciste. Llenaste de nubes negras mi corazón.
Hoy podría darte un ultimátum para que dejes tu historia y hagas las maletas y mudarte a mi. Otro más. Pero no lo voy a hacer.
Cuando vuelva el miércoles a mi casa, todo cambiará. Eliminaré todo rastro de ti en mi vida. Te bloquearé en whatsapp, en llamadas, pondré filtros al email... Bueno, casi todo, te llevo tatuada en mi piel y eso no quiero eliminarlo. Siempre me recordará que formas parte de mi vida.
Quizás algún día decidas volver a escribirme, llamarme o pasarte a tomar un café un viernes a las 4 de la tarde en Vila Real. Quizás algún día te des cuenta que la vida conmigo podía haber sido perfecta, pues juntos somos capaces de hacer que todo gire en torno nuestro (y lo sabes). Si algún día decides volver, que sea para quedarte, siempre que el lado izquierdo de mi cama no esté ocupado por otra persona.
Besos al rubiales, ese que se queda mirándome escrutando cada gesto y cada palabra que hago o digo.
Sé feliz. E intenta no necesitar evadirte de tu vida con alguien que sólo ha sabido amarte como nadie jamás será capaz de hacerlo.
A él: Sólo decirte que yo la quiero de verdad (no es vicio ni quiero hacerte daño), no puedo evitar ser débil y dejarme llevar por lo que siento por ella. Perdóname, una vez más.
A veces, por mucho que se intente, no hay manera de salir del túnel, da igual cuánto sacrifiques si crees que no va a salir bien. Puedes optar por sonreír y conservar la ilusión. Pero si la has perdido sabes que es casi imposible recuperarla.
Quien diga que sí, que hay una luz al final del túnel, miente. A veces, no hay luz, no hay salida.
Por suerte, a veces una simple canción, te devuelve la esperanza.
La primera.
Nunca en un viaje oí, en tan alto porcentaje, canciones compuestas por (o para) mi en Cadena Dial.
La segunda.
Esta tarde, tras el almuerzo y el rato de conversación con mi señora madre, he ido a comprar al dichoso Mercadona. Ultimamente escucho Spotify con los auriculares del móvil, para evadirme de lo que me rodea cuando ando por la calle. Pues oyendo música he bajado al super, he ido cogiendo los productos de las estanterías, he ido paseando viendo precios y ofertas, he puesto lo seleccionado en la cinta de la caja y todas las extrañas personas con las que me he ido cruzando me han mirado raras y luego me han echado una sonrisa. Hasta la cajera que me tenía que cobrar me ha dado las buenas tardes echando una sonrisilla picarona. Hasta que me he visto reflejado en los espejos que cubren las columnas que están junto a la caja y he visto una gran sonrisa en mi cara. Gracias por hacerme tener cara de pavo, porque acabo de darme cuenta que llevo toda la semana recibiendo sonrisas y saludos de la gente por la calle y es "por tu culpa".
De propina.
He comprado helado de chocolate. Hace mil que no lo como, pero hoy me apetece llevar sabor a ti en la boca.
Por mi experiencia en la vida he aprendido muchas cosas. También a conocerme un poquitín. Y la frase que mejor me define es:
"Si quieres que alguien corra un kilómetro en un minuto, no le persigas, no le des algo de lo que huir. Dale algo hacia lo que correr."
Esta frase tiene muchas interpretaciones, pero la que mejor os puedo explicar es: si quieres conseguir algo de mi, no me obligues, no me fuerces, no uses malas artes, no me engañes; tan solo dame un aliciente, habla conmigo, hazme ver el lado bueno de las cosas, déjame decidir....
Pues eso, que quien me obliga o me fuerza o usa malas artes conmigo o quien me engaña lo único que consigue de mi es que me aparte, me aleje y hasta la indiferencia. Probablemente me duela más que a esa persona, me haga reconcomerme la cabeza, no dormir muchos días, pero eso no hará que cambie de opinión.
Anoche estuve en un concierto de Sole Giménez que fue mágico.
La verdad que su voz con sólo un piano suena algo especial.
Para mi dos momentos mágicos: la canción final "Aquellas pequeñas cosas" del gran Joan Manuel Serrat, que cada vez que la oigo en directo me hace emocionarme, porque, precisamente la canción es de esas pequeñas cosas que me hacen emocionarme y realmente creo que de la vida (y todo lo que conlleva la vida) hay que disfrutar y realmente apreciar las pequeñas cosas (la canción es un bucle infinito, jajaja).
Y el otro momento, una canción que oí hace muchísimos años, 19 nada menos, y que ayer ella me hizo recordar como si fuera en ese instante cuando se estaba produciendo. La canción a la que hago referencia es "Mi amor fugaz" de Benny Moré. Os la dejo a continuación.
La noche se destapa lentamente y la luna intenta salir de la cama escurriéndose entre las sábanas.
El silencio en la calle se va imponiendo. Sólo lo rompe el trino de las golondrinas.
La fresca brisa entra por las ventanas y zigzaguea hasta salir por el patio cálida como la bruma desértica tras refrescar a su paso la casa caldeada por el pesado sol de julio.
Sé que no soy el que mejor folla, ni el que da los mejores besos ni seguramente sea aquel que se quede sin dormir por verte despertar.
Mira, cariño, yo soy aquel que cuando te ve no sabe encontrar las palabras y se calla.
Aquel que con mirarte te hace el amor.
Yo soy ese gilipollas que dejaría de creer en los imposibles a tu lado.
Aquel para el que el demasiado tarde nunca sería una excusa.
Soy ese.
Ese que tiembla cuando sonríes.
Ese que no es sino contigo.
Ese que te escucha y cree que el cielo sonaría igual.
"I want you", como la canción de Dylan.
Y sé que en el fondo nada.
Que soy el descontrol y no la calma.
Que soy el desorden de cualquier habitación un domingo por la mañana, cuando la resaca hace que te levantes a la hora de comer.
Y solo.
Sé que soy el valor que se deprecia en caída libre por esa montaña de esperanzas sin sentimientos.
Quiero decir, las esperanzas te sostienen, pero en algún momento te sueltan.
Y duele.
Pero no me importaría sangrar en la UCI de tu cuerpo.
Y notar tu calor sería estar en el reservado del infierno, con copas gratis toda la noche.
Pero, recuerda, no se me da nada bien, excepto esperarte.
No soy el chico ideal sino para cualquier catástrofe.
Y no obstante, cuando sonrío de verdad, el mundo se apaga un poco; y brillo.
Ojalá estuvieses aquí, corazón.
martes, 5 de abril de 2016
"Si ahora pudiese estar mirando tus ojos,
iba a estar escribiendo aquí esta canción"